Cuando las nubes y los cerros se abrazan

Por Nde Tr'eje Después de las lluvias, cuando la tierra aún exhala vapor y las hojas resplandecen bajo el peso de las gotas, las nubes regresan a las cimas de los cerros como si buscaran consuelo en su abrazo. No llegan con la furia del aguacero que las precedió, sino con la calma de quien retorna al hogar. Envueltas en un silencio espeso, se deslizan sobre las montañas con una suavidad que bordea lo sagrado, cubriéndolas como un manto blanco y tibio que sana las heridas del agua. Los cerros, oscuros y saturados por la lluvia, parecen respirar bajo esa bruma. Desde lo alto, las nubes no solo envuelven la cima; se funden con ella. La línea entre cielo y tierra se borra, creando un paisaje donde todo es neblina, susurro y humedad. Es un momento de pausa que sigue al estruendo: el trueno ya no ruge, el viento se ha aquietado, y la naturaleza queda suspendida en una calma absoluta. Este abrazo de nubes no es solo visual; se siente en el cuerpo. El aire es frío, denso, y huele a tierra...