El cuidado de la semilla

 Por: Nde Tr'eje 

Desde que los primeros pueblos se asentaron en los territorios que actualmente habitamos, buscaron maneras para alimentarse y nutrir sus cuerpos físicos y espirituales. Uno de esos elementos alimenticios que persisten hasta nuestros días es el maíz. Esta semilla, desde la época prehispánica hasta nuestros días, forma parte fundamental de la identidad de nuestras comunidades. Pues aparece en varios mitos que explican el origen de nuestra existencia, algunas narraciones de tradiciones mesoamericanas creen que nosotros venimos del maíz. 

Por lo tanto, no es de esperarse que, para nuestras abuelas y abuelos, sea un elemento sagrado al cual se le debe de tener respeto. Cuando éramos niños, nuestra madre nos decía que no jugáramos con el maíz, porque probablemente, en la siguiente cosecha, las energías sagradas se enojarían y no tendríamos suficiente semilla. El hecho de que tan prospera sea un ciclo de siembra es importante para las comunidades, ya que de ahí, no solo dependemos nosotros, sino también animales y las próximas generaciones.



Esto se debe a que, en cada uno de los granos, también se guarda la memoria de las ancestras y ancestros, de las futuras infancias. Cada que sembramos la milpa, recordamos la vida de quienes habitaron el territorio antes y quienes además nos heredaron el conocimiento para coexistir con todo aquello que nos rodea. Por ello, el ciclo agrícola es tan importante en la cosmovisión de los pueblos originarios, tanto así, que varios calendarios se desarrollan en relación con las temporadas de siembra y cosecha. 

Desde los meses de febrero se comienza a escoger la semilla, los primeros días de mayo se presenta y el 15 de este mismo mes, las milpas se abren para dar comienzo al ciclo de siembra. Aunque existe un factor muy importante para que esto pueda ocurrir sin percances: la lluvia. Una tierra con suficiente humedad asegura que la semilla germine y crezca bien. Es por eso que en los últimos años hemos visto como las milpas se ven desgandas, porque debidos a los problemas climáticos, las lluvias llegan mucho después. El calor intenso provoca que las pequeñas plantas se desmayen.

Sin embargo, pese a esos problemas, nuestras abuelas y abuelos resisten y siembran. Siembran con su propia semilla, sin necesidad de introducir transgénicos, porque ellos saben cuan valioso y sagrado es este alimento que ha visto crecer a generaciones y qué verá morir a otras más. 

 


Fotos y redacción: Nde Tr'eje

 

"Voces olvidadas que son rescatadas"

 


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sobre nosotros

Santa Ana Ixtlahuaca.

La cueva: un lugar de misterio