En mi rebozo esta la vida

 Por: Nde Tr'eje

Todos los días, desde la mañana cuando nos levantamos, hasta el anochecer, cuando nos vamos a dormir, interactuamos con un número signifícate de mujeres, que van desde bebes recién nacidas hasta adultas mayores. Madres, amigas, hermanas, hijas, tías, abuelas, esposas, vecinas y aquellas que se cruzan en el transitar de cualquier persona, no hay día en el que alguien no se encuentre con una mujer en su camino. Las vemos en los hogares, en el transporte público, en las escuelas, en la televisión, en redes sociales, en instancias gubernamentales, escuchamos sus voces en la radio, trabajamos con ellas, hablamos con ellas, reímos con ellas y en general, vivimos con ellas. Tan solo en México, hay cerca de 64,540,634 mujeres, esto representa un 51.2 por ciento de la población total del país, de acuerdo con los datos arrojados gracias al Censo de Población y Vivienda, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2020.

Es impresionante como, a pesar de ser poco más de la mitad de la población en México, este sector de la sociedad sigue viéndose afectado por la discriminación o desigualdad. Se enfrentan a situaciones de violencia, abusos y un trato desigual tanto en su hogar, como en su entorno de trabajo, así como en sus comunidades solo por el hecho de ser mujeres. 

La mujer en contextos indígenas

A lo largo del territorio mexicano podemos encontrar alrededor de 68 pueblos indígenas, cada uno hablante de una lengua originaria propia, las cuales se organizan en 11 familias lingüísticas y se derivan en 364 variantes dialectales. De acuerdo con el INEGI, 25.7 millones de personas, es decir el 21.5% de la población, se autoadscribe como indígena, 12 millones de habitantes señalan que viven en hogares indígenas y el 6.5% de la población nacional se encuentra registrada como hablante de una lengua indígena, representando a 7.4 millones de personas. Así pues, una de cada 10 mujeres que reside en el país es indígena, es decir que en el país habitan un poco más de 6 millones de mujeres indígenas.

No solo en México, en América Latina y alrededor del mundo, las mujeres indígenas suelen enfrentar diversas formas de discriminación histórica que se combinan para violar sus derechos humanos en todos los aspectos de su vida cotidiana, en la sociedad, en la política, la justicia, económicamente, culturalmente, hasta el simple hecho de poder vivir sin miedo, es algo que este sector de la población no puede gozar. Puesto que, en sus hogares, donde se supone que deben de encontrarse a salvo, es donde más son violentadas, ya que en la gran mayoría de los hogares que se desarrollan en contextos indígenas se encuentran organizados bajo el orden patriarcal, en el cual la máxima autoridad es el hombre. Bajo esto, se establece una división del trabajo en la cual la mujer asume las tareas domésticas con todas sus implicaciones, mientras que el hombre se dedica al trabajo, realizado fuera del hogar.

Pese a estar regidas bajo una estructura patriarcal, las mujeres en ámbitos rural e indígenas suelen ser jefas de hogar que deben cargar con una doble o triple jornada de trabajo, con el trabajo agrícola, doméstico y a nivel comunitario con el voluntario o más conocido como faenas, así como su participación en asambleas. Además, deben aceptar recibir unas remuneraciones muy bajas que sirven simplemente para intentar subsistir e inclusive en muchos casos no llegan a recibir algún tipo de sueldo. En muchas ocasiones la mujer de estos contextos tiene que levantarse alrededor de las 05:00 de mañana para poder preparar el desayuno para el hombre, levantar y alistar a los hijos para que vayan a la escuela, lavar trastes, ropa, cargar leña, hacer la limpieza del hogar, criar a los hijos, preparar el almuerzo, encargarse de la milpa, ir a faenas, asistir a las asambleas comunitarias, realizar actividades para obtener ganancias (elaborar artesanías, vender animales o productos de sus milpas) prepara la comida, criar de los animales que haya en la casa, en algunos casos encargarse de hacer que el agua llegue a sus hogares acareando agua de los manantiales o pozos con ayuda de grandes contenedores, y aun con todo eso, realizar algunas actividades de ocio como bordar junto a otras mujeres de sus mismas comunidades.

Pese a todo aquello que ellas llevan a cabo en sus hogares, aún es muy común toparnos con testimonios de mujeres que comparten sus historias de sometimiento y violencia, para que justamente sean tomadas en cuenta, ya que históricamente los pueblos indígenas han sido subyugados y ellas son quienes más afectadas se han visto por esto. Como consecuencia, el simple hecho de ser mujer dentro de estas comunidades es un factor para sufrir atrocidades. Por ejemplo, la comandanta Miriam, una de las principales líderes femeninas de la Organización y resistencia del movimiento zapatista, menciona en uno de sus discursos, como es que dentro de su comunidad son percibidas las mujeres.

Ella comparte que cuando una niña nace no es bienvenida, no es festejada en comparación a un varón, al momento de casarse, no hay sentimientos de por medio, a la mujer no le preguntan con quién se quiere contraer matrimonio, en muchos casos, las adolescentes son raptadas para ser unidas a la fuerza con alguien que no quieren. Cuando son violentadas por sus maridos, nadie cree en ellas, nadie quiere ayudarlas, porque, en su contexto, el hombre es quien tiene la razón y nadie, debe atreverse a señalarlo, por el contrario, ella solo es avergonzada y criticada, por no saber ser una buena esposa o madre.  Pese a esto, la mujer, la niña, la joven, la abuela, tiene que aprender a vivir, buscando la felicidad en otros aspectos de la vida, como tratar de que sus hijos sean criados bien, para que no transiten en el mismo camino que a ellas les tocó hacerlo. 

Otros de los grandes problemas que presentan, no solo las mujeres indígenas, sino también a sus comunidades en general, es el desplazamiento geográfico causado por múltiples factores, principalmente a la necesidad de escapar de los conflictos y la persecución, los impactos del cambio climático, el despojo de sus tierras, la desventaja social como acceso a los servicios básicos. Esto, pese a representar, para ellos, un mayor crecimiento social, afecta negativamente, puesto que se alejan de sus tierras y costumbres tradicionales, causando el deterioro y desaparición de múltiples culturas milenarias. Con ello muchos de los saberes, prácticas y costumbres también desaparecen, ocasionando que el tejido social se rompa, así como la perdida de diversidad de cosmovisiones y aquellas maneras de comprender el mundo, cuya relación es mar armónica con el otro, hablando de naturaleza, espiritualidad y humanidad. Justamente, quienes se encargan de difundir todos estos elementos que conforman a una comunidad y, por ende, una cultura son las mujeres. 


Papel de la mujer en la preservación de los saberes comunitarios

Las mujeres, como se mencionaba anteriormente, son pilares esenciales para la conservación de las comunidades y pueblos indígenas o rurales, por lo que juegan un papel crucial en la preservación y transmisión de los conocimientos, prácticas tradicionales o recursos naturales de estos grupos sociales. Pese a no ser reconocidas como realmente se lo merecen, tienen un rol colectivo y comunitario integral como cuidadoras de los recursos naturales y guardianes del conocimiento científico y cada vez más toman las riendas de iniciativas como la defensa de las tierras o la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas en todo el mundo.

La tradición oral, ayuda a preservar la larga historia de interacción de estos pueblos con el medio natural, pero también abarcan un complejo cultural que va desde el lenguaje, los sistemas de clasificación y nombres o las prácticas de uso de recursos, hasta los rituales, la espiritualidad y las visiones del mundo.

A pesar del papel crucial que estas desempeñan en sus comunidades como sostén familiar, cuidadoras, guardianas del conocimiento, líderes y defensoras de los derechos humanos, a menudo sufren niveles interseccionales de discriminación por motivos de género, etnia y estatus socioeconómico. Su derecho a la libre determinación, el autogobierno y el control de los recursos y tierras ancestrales ha sido violado durante siglos. Ellas han logrado avances pequeños pero significativos en los procesos de toma de decisiones en algunas comunidades. Son líderes a nivel local y nacional, además están al frente de la defensa de sus tierras, sus culturas y sus comunidades.

A través de la tradición oral, las madres y abuelas, han logrado preservar muchas de las prácticas, así también, los saberes de sus comunidades. Y es que a través de los bordados que ellas realizan se logran transmitir muchas historias de los pueblos originarios, así como su cosmovisión, no es intencional que, en las servilletas, fajas, blusas, manteles, faldas y otros textiles encontremos elementos simbólicos que caracteriza a una cultura, por ejemplo, flores, animales además de otros elementos bióticos, abióticos y antrópicos de una región en donde se establecen los grupos indígenas.

A través de los cuentos que las madres narran a sus hijos e hijas cuando van a lavar a los ríos o barrancas, se guarda la memoria de todo un pueblo. Los cantos son otro aspecto fundamental que ayuda a trasmitir historias y saberes. También, las mujeres son quienes, en la mayoría de los casos, quienes les enseñan a sus hijos como se deben de realizar las fiestas patronales, como se preparan los alimentos, el ciclo de siembra, le ensañan a leer y hablar con la tierra. Les enseñan a vivir y a seguir preservando sus costumbres y tradiciones.

Fotos de Nde Tr'eje

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sobre nosotros

Santa Ana Ixtlahuaca.

La cueva: un lugar de misterio